José M. Olaguibel
Hospital Virgen del Camino. Pamplona.
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Las enfermedades respiratorias crónicas obstructivas son procesos muy heterogéneos
en los que distintos componentes, entre los que se encuentran la respuesta inmunoinflamatoria,
las características de la vía aérea, incluyendo su desarrollo y la presencia de cambios
estructurales persistentes de remodelado, los distintos factores etiológicos como los
alérgenos, los agentes polutantes con capacidad de daño, los agentes infecciosos y, por
último, las co-morbilidades, todos ellos, configuran una miríada de fenotipos clínicos con
distintas expresiones y respuestas terapéuticas. A pesar del enorme esfuerzo en el desarrollo
de guías clínicas de gran calidad metodológica, tanto para el manejo de la EPOC
como del asma, la realidad es que su utilidad, en el día a día de la asistencia de cierto nivel
de especialización, es muy pobre, pues los pacientes a los que se enfrenta el clínico pocas
veces coinciden, de pleno, con los criterios selectivos de inclusión de los grandes ensayos
clínicos en los que se fundamentan estas guías, y sus características a menudo se entremezclan
de forma que se hace difícil la toma de decisiones basadas en estos documentos1. En estas circunstancias parece imponerse un enfoque más personalizado, en el que
estos distintos componentes (respuesta inflamatoria, inmuno-alergia, funcionalismo pulmonar
o co-morbilidades) se desmenucen, ayudando, así, a sentar las bases de un programa
del manejo terapéutico específico. No obstante, uno de las mejores aportaciones de las
guías del manejo de asma es la difusión de la necesidad de evaluar específicamente los
dos grandes dominios del control de la enfermedad: el control actual y el riesgo futuro, tal
como se recoge en la
figura 1 obtenida de la guía GEMA2. Ambos dominios tiene expresiones
distintas entre los pacientes y pueden variar en el mismo paciente a lo largo de la evolución.
Mas importante es también el hecho de que la respuesta a la terapia de ambos
dominios puede ser independiente y en muchas ocasiones no es paralela3. El estudio de la función pulmonar es una de las piezas claves en esta propuesta de estudio
personalizado. A menudo se presenta como una pieza importante del dominio del control
actual, si bien la realidad objetiva que nos muestra la evidencia científica es que
seguramente se encuentra ligada de forma más intensa al dominio riesgo futuro. Por ejemplo,
la presencia de obstrucción pulmonar persistente se asocia a un incremento de la frecuencia
de exacerbaciones futuras, con una relación lineal buena del decremento del FEV1
y el riesgo de exacerbación a los 12 meses, tanto en poblaciones adultas4, como pediátricas5.
Por el contrario, en el estudio de la validación al castellano del cuestionario de control
de asma ACT, el análisis de curvas ROC mostró que la medición del FEV1 añadía muy poco
a la capacidad de discriminación del control que tenía el cuestionario clínico (figura 2)6.
Un aspecto que cada vez se da más importancia en el dominio riesgo futuro es el deterioro
progresivo de la función pulmonar en el asmático adulto o el desarrollo inadecuado
de la función pulmonar en el niño asmático que conduce a no alcanzar niveles de normalidad
tal como se refleja en la
figura 3, que representan la evolución de la función pulmonar en función de la gravedad de la enfermedad. La valoración de ese aspecto es algo
esencial en el manejo del paciente asmático. Tradicionalmente se ha ligado este deterioro
a niveles de reactividad bronquial elevados, de forma que se planteaba la presencia de
respuestas intensas frente a broncoconstrictores clásicos, como por ejemplo la metacolina,
como un factor de riesgo para el desarrollo de obstrucción fija de la vía aérea7,8. Un
aspecto interesante y novedoso es la asociación de respuestas broncodilatadoras intensas,
persistentes, en población pediátrica, con un mayor riego de exacerbaciones y de
utilización de recursos sanitarios. De esta forma la medición de la respuesta broncodilatadora
pasa a ser mucho más que un mero parámetro objetico de diagnóstico del proceso,
y se convierte en un biomarcador de mal pronóstico9,10. Existe también un interés reciente de la búsqueda de biomarcadores relacionados con
el riesgo futuro y, en concreto, con la pérdida de función pulmonar. Un estudio reciente y
de gran magnitud en pacientes con EPOC muestra, de nuevo, que son parámetros clásicos
de funcionalismo como la respuesta broncodilatadora los que mejor predicen este fenómeno,
y no fue capaz de asociar al mismo con ninguno de los biomarcadores
estudiados11. En el campo del asma, de nuevo aparece la paradoja de que, a pesar del
empeño en ligar marcadores de actividad inflamatoria como el óxido nítrico en aire exhalado
con el dominio control actual, la realidad de los estudios parece, más bien, indicar su
falta de utilidad en este campo, como reflejan los datos del estudio MAGIC12 de validación
de puntos de corte del cuestionario ACQ, de nuevo el análisis ROC indica lo poco que
aporta la medición de FENO en la valoración del control actual, como se presenta en la
figura
4. Sin embargo, algunos estudio incipientes, de nuevo, lo sitúan como de interés en
la evaluación del riesgo futuro. La inflamación eosinofílica, cuyo tratamiento podría atenuar
dicho fenómeno13 y la sensibilización a alergenos perennes, como los derivados de
los ácaros del polvo se asocian al asma persistente y a la pérdida de función pulmonar14,15.
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